lunes, 20 de febrero de 2012

UNA NOCHE DE VERANO.

Al abrigo de la oscuridad que le otorgaba la nocturnidad, sigilosamente logró ingresar a la casa donde su víctima en soledad ya había iniciado el rito para pernoctar tranquilamente.
El atracador deambuló por aquel gran caserón, siempre ocultándose en los rincones para evitar ser visto.
Por fortuna para él, no había nadie, la casa estaba completamente libre de gente, solo la infortunada chica aguardaba en su dormitorio, ya tendida sobre el delicado colchón.
Atravesó el umbral de la puerta buscando hacer contacto visual con su víctima,
La mortecina luz de una veladora descansaba sobre la diminuta mesa de noche y era la que iluminaba pálidamente la habitación.
Entonces logró verla, tendida sobre el lecho, había abandonado la vigilia y el sueño pesadamente la tenía vencida.
Se detuvo a observar la semidesnudez de la chica.
Estaba boca abajo, con su rubia cabellera desparramada sobre la almohada, una fina sábana blanca cubría si zona baja y a su vez sugería a la vista unos glúteos firmes y carnosos.
El torso se mostraba íntegramente al desnudo, mientras sus hombros estaban pálidamente salpicados por incipientes pecas, acompasaban la imagen unos muslos bien definidos hasta morir en un afinado pie.
Cuando el amenazador visitante contemplaba el espectáculo la rubia pernoctante despertó de pronto, se levantó y encendió la luz, entonces salió del cuarto, con un andar lento acicateada por el sueño.
El se ocultó para no ser visto y consiguió su propósito, ahora solo debía esperar, sabía que tarde o temprano la chica volvería, tenía que permanecer oculto y echar mano a toda su paciencia.
Esperó y esperó, el fin justificaría los medios y la espera.
La chica no demoró mucho en regresar, había sido breve la visita al cuarto de baño.
Sí demoró en conciliar nuevamente el sueño pero finalmente llegó.
El diestro atracador al verla dormida comprendió la vulnerabilidad de su víctima y sin la más mínima clemencia el desalmado, cuando era alta ya la noche avanzó hacia la indefensa chica con la sola finalidad de llevar a cabo su macabro propósito…
Una vez más la mañana había amanecido en la ventana de Andrea, como todas las mañanas, entre los cristales entreabiertos de la misma ingresaba el primer frío matinal, y por otra similar hendidura unas horas atrás había ingresado el mosquito que burlando los contratiempos y dedicando horas de espera, logró picar el muslo derecho de la infortunada joven.