jueves, 21 de enero de 2016
martes, 19 de enero de 2016
Una mañana cualquiera de Enero de 2016, en mi Montevideo.
En esos días que te acompaña la soledad, el termo y el mate
los sentidos parecen estar más alertas.
Playa, aún no hay demasiada temperatura, parado desde donde yo estoy puedo contar unas
treinta personas, entre los que deambulan y los que reposan sobre la arena.
El aroma que viene del mar y a esa hora en particular es
sumamente especial, al menos para mí, y sé que un par de horas más tarde ya no
se percibe, por eso me gusta llegar justo en ese momento, apenas pasaron unos quince
minutos de las ocho.
Apacible se ve el manso oleaje, humeantes mates conforman la
escenografía playera, no podemos divorciarnos de ellos, vienen insertos en
nuestra piel.
A lo lejos, logré verla… Una chica cualquiera, tirada en la
arena leyendo, un libro bastante generoso, de plateada portada, se dibujaba un
rostro a lo lejos.
A ella no le importaba el lugar donde estaba, es decir
podría estar en una plaza, en un parque, en su dormitorio, o tirada en un
sillón, lo que primaba era lo que se desprendía de aquellas páginas.
Mientras la gente caminaba, trotaba, algunos escribían desde
sus celulares, ella estaba ahí, como suspendida en el tiempo sin que nada
lograra atraerla.
Era como un desesperado grito revolucionario en medio de un
mundo tecnológico, sin razón, ni sentido, ni destino. Observarla era viajar al
pasado con los pies en el presente.
Era la realidad declarada, opositora militante a un mundo
vacío, heredera de las viejas costumbres.
La mañana se hizo grande y seguía ahí imantada por aquel
relato.
Vaya hermosa manera de aprovechar el día, pensé… Vaya
hermosa manera de aprovechar el día, pensé… Mientras le daba cuarto giro a la bombilla.
lunes, 18 de enero de 2016
EL VESTIDO, EL SABLE Y LA PLUMA.
Sobre los pastos, en la fresca tarde, la pequeña
Norberta jugaba con los niños, buscando un lugar donde ocultarse. El juego de
las escondidas era uno de los más entretenidos
y predilectos a la hora de divertirse.
Era el momento del día en la cual los niños podían
estar alejados de la mirada de los mayores, aunque, con reservas, muchas veces
era una de las criadas que acompañaba los momentos lúdicos de los chicos y por
las dudas estaba ahí para echarles un ojo.
Aquella tarde hasta habían podido eludir la atención
de la negra Tomasa que era la encargada de acompañar a las crianzas y se habían
tomado la libertad, por cuenta propia de alejarse bastante del poblado.
Norberta no solía aventurarse a tanto, pero estando
bajo el influjo de su hermano y sus amigos decidió dar rienda suelta a su
libertad y tampoco pensó en las consecuencias que podría acarrear aquella
escapada.
El bosque era el mejor lugar para los escondites,
era amplio, con frondosas arboledas y sus inquietos sonidos hacían más
dificultosa la búsqueda. Bajo una loma bastante empinada existía una especie de
hueco, la niña comenzó a bajar lentamente con la intención de ocultarse en su
interior.
-
Este lugar está ocupado pecosa.- resonó
una voz desde el interior asustando a Norberta que creía hallarse sola.
-
Dejame entrar Francisco.
-
Está bien, pero no hagas ruidos o tu
hermano nos encontrará.
-
¿Me has seguido?
-
No, no pensé encontrar a nadie aquí.
Por sorpresa para ellos, no eran
los únicos en el interior de aquel hueco, desde el suelo una serpiente los
observaba, sintiéndose invadida y en actitud de ataque, pronta para defender su
hogar de los extraños visitantes.
La mirada y el oído de Francisco
fueron más rápidos que la serpiente y de improvisto sacó una navaja matando al
animal, de inmediato tomó a la pequeña de la mano y salieron prontamente.
Norberta se asustó mucho, entró en
tensión y quiso salir corriendo, su amigo de escondite la persuadió de que el
peligro ya no estaba, que se calmara.
La niña en un impulso de
agradecimiento se acercó hasta su rescatador y le dio un beso en la mejilla, el
chico que no esperaba aquella reacción devolvió la gratitud con una sonrisa.
La pequeña había entrado en pánico
y la reacción fue automática.
-Pancho, será mejor que no comentes
nada de lo sucedido o mi madre me regañará por haberme alejado tanto.
- ¿Qué no diga nada de la serpiente,
o que no comente lo del beso?
La pequeña ruborizó sus pecosas mejillas
mientras esbozaba una sonrisa cómplice.
-
Está bien Norberta que sea un secreto
oculto entre nosotros.
-
¿Lo de la serpiente o lo del beso?
Los dos niños rieron por un rato
decidiendo que sería lo mejor esconder ambas cosas.
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