lunes, 10 de agosto de 2009

EL VIAJANTE.

Al principio se mostraba indeciso, inseguro.
Sentía que le faltaban fuerzas para iniciar el largo viaje. Lograron convencerlo, alentándolo.
En un nuevo mundo que debes conocer... Le dijeron.
Entre miedos, inseguridades y temor por lo desconocido finalmente accedió, había aprendido a escuchar consejos, sobre todo de los que amaba y era consciente que la misma sensación de tristeza que él sentía al partir, los demás lo tendrían por su ausencia.
De todas maneras con la resolución ya tomada, esa noche, la anterior al viaje fue diferente, estaba ansioso y nervioso, no lograba dormirse y tampoco quería.
Decidió mantener un diálogo con el jefe de su orden, quien le encomendara la tarea.
Una vez finalizado el encuentro pareció estar más tranquilo, las palabras del sabio maestre habían aquietado su espíritu temeroso y se fue a su cuarto a intentar descansar para emprender la marcha al día siguiente.
Una estrella, la más brillante llamó su atención, estaba colgada del cielo, logró verlo desde la ventana de su dormitorio y se perdió en ella observándola largamente.
Paz y tranquilidad halló en aquel instante, acaso las fuerzas que necesitaba para la empresa.
Entre quiero y no puedo, con la ansiedad como aliada finalmente se durmió, un sueño entre cortado y poco profundo, aunque a fin de cuentas estaba descansando, a las afueras todos velaban su sueño, iban a extrañarlo en demasía.
Despertó en pleno viaje, ya no había retorno, destinó el tiempo subsiguiente a recordar y despedir a través de su pensamiento a todos sus seres queridos que con tanto afecto le habían despedido.
La tecnología que le acompañaba era muy buena y atendía a todas sus necesidades físicas, buen alimento, comunicación, oxígeno y calor.
Amenizaba sus largas horas de viaje esperanzando su corazón a las nuevas emociones venideras, decidió que ya debía desechar los temores, que el camino seguía su curso y de nada valía el arrepentimiento.
Así pasaron los días...
Hasta que finalmente supo que el largo viaje estaba arribando a su término, abandonaría aquel habitáculo que le acompañara durante la cruzada.
Se sintió nervioso, tenso, con algo de miedo, pero feliz, muy feliz, en ese instante recordó a todos.
Ya lograba ver la luz, y escuchar voces, el silencioso entorno del interior había sido roto, grandes y blancas manos le recibieron, estaba ya en casa.
Alegrías, risas y llantos compartidos...
Una vez más el milagroso viaje de la vida llegaba a destino.
Suavidad y calor, ternura y amor encontró en el pecho del ser que lo recibía, el mismo ángel que durante nueve lunas aguardó la llegada del viajante.

3 comentarios:

  1. Con sentimiento agudizado, palabras profundas que conjugan sensaciones diversas, de pronto el desasociego se hizo presente. Y ..ahi está, la que todo lo lleva y produce mas tristezas que alegrías. Así es pues... el autor inclinó la balanza nuevamente.

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  2. El relato me transportó en ese largo viaje, fui viajante …para concluir llegando a destino y sentirme cobijada en ese pecho… Me encantó!!!
    Besitos

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  3. HERMOSOOOOOOOOO ,PROFUNDO , LLENO DE SENTIMIENTOS
    GABY

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