viernes, 27 de marzo de 2009

Hasta siempre.

Ignorados por las civilizaciones linderas, los Soropáies levantaban su edificación en la parte selvática, para el resto del universo pensante podían definirse como salvajes.
Internamente era un grupo socializado y los integrantes de la comunidad tenían valores muy bien definidos de respeto mutuo con sus semejantes, incluso con el medio natural.
Eran sabedores que debían cuidar el entorno que los había contenido.
Dentro de los peligros que conllevaba vivir en un medio tan salvaje, acaso el más temido, era el animal más peligroso y acosador. El león.
Los descomunales felinos, se veían en la zona, acaso no con la asiduidad de antaño, pero el peligro estaba asechante, latente.
El soropai no era hombre de amedrentarse, por el contrario, andaba los senderos con su valentía a cuestas a pesar de los peligros que pudiesen eventualmente surgir.
La prueba de fuego y el generador de rango dentro de la tribu, era la caza del león, aquel que fuera capaz de regresar con la cabeza de un felino, sería digno de admiración y miembro destacado dentro de la comunidad.
Las hordas expedicionarias se armaban con los elementos más jóvenes del grupo, ocho o diez, se lanzaban a la ventura.
Unos pocos regresarían, muchas veces sin éxito, en otras ocasiones no se volvía a tener noticias de los cazadores.
Las mujeres y los ancianos permanecían en oración deseando el pronto retorno de los atrevidos indígenas, retadores del rey de la selva.
La noche anterior a la partida, la piel de los integrantes de la hueste aventurera era untada por inciensos y hierbas que habían sido molidas con antelación, después se los dejaba descansar plácidamente.
Para muchos sería la última noche, al amparo de su tribu.
Adul, era el mayor del grupo, sería ésta su segunda caza, había retornado una vez con un reducido grupo de hombres. Aquel día jamás lograría olvidarlo.
Adul había perdido a su hermano mayor de la manera más injusta.
Aún recordaba la escena desgarradora, de hallar a su hermano apresado por dos leones, mientras le devoraban vivo. Testigo del descomunal dolor y viendo su cuerpo quebrado y cercenado decidió acabar con su sufrimiento y arrojó su lanza, no contra los leones, si no al pecho de su hermano, acabando con su dolorosa agonía.
Según la creencia de esta cultura indígena, un solo ser sobre la tierra esa tan valiente como el soropai, el león.
Los más viejos incluso sostenían que los espíritus de los guerreros caídos anidaban, reencarnación mediante en las figuras físicas de los felinos.
Al igual que en noches anteriores, en la última antes de salir a la caza, Adul soñó con su hermano.
La figura de su inseparable compañero no le abandonaba se mostraba real y tangible frente a él, esgrimiendo en su pecho la herida provocada por el lanzazo de su hermano.
Despertó, antes que el nuevo día se mostrara, el joven salió corriendo para ver al viejo indígena que aconsejaba los jóvenes para hacerlo partícipe de aquella visión.
El viejo cauto y mesurado entendió que el espíritu del hombre había buscado asilo en el felino y que en algún lugar del trayecto se presentaría ante su hermano.
Pero le previno que aquella imagen que encontraría poco a o nada tenía que ver son su valeroso hermano, de modo que cuando lo viera le diera muerte sin miramientos.
Para Adul era presagio de reencuentro y se sintió feliz.
El grupo partió en medio de deseos de éxito y la comunidad a pleno mantuvo vigilia por la valiente expedición.
Al morir la tarde pocos hombres estaban aún con vida, muchos de ellos heridos, habían sido atacados por una manada de leones.
Las bestias hambrientas no demorarían en darles captura a los tres hombres que continuaban la marcha.
Para que alguien lograra sobrevivir optaron por separase, la manada seguiría solo a uno.
Adul, solitariamente continuó la marcha por el sinuoso y húmedo terreno selvático.
Avizoró una presencia, tras de él, se volvió. No había nada.
Pero continuaba sintiendo una mirada que taladraba sus espaldas, se detuvo y aguardó, lanza en mano.
Finalmente tras un grupo de frondosos árboles, le vio aparecer.
Era un león descomunal, una fiera con proporciones inimaginables.
El hombre no retrocedió, se mantuvo firme, con la vista adelante, el animal continuaba su marcha sin prisa, entonces entrecruzaron miradas.
El hombre alcanzó a reconocer aquellos ojos como una dulce mirada tantas veces observada y largamente añorada.
A su frente y en el pecho el león presentaba una herida, como de lanza.
Un estigma delator de que el viejo soropai era sabedor de lo que ocurría.
La sabia naturaleza le había otorgado nueva identidad a su hermano.
El león se detuvo, le observó...
Adul reconoció aquella mirada inequívocamente, se sintió feliz y gozoso.
EL sol se proyectaba sobre la cristalina agua de la cascada que constantemente baja, cuando otro de los expedicionarios logró ver al León casi sobre Adul, entonces se lanzó en desesperada corrida, con intenciones de socorrer al muchacho.
En un hecho valeroso e indescriptible, se posó frente a la bestia arrojando un grito estridente y heroico.
Adul tomó la lanza, como mucho tiempo atrás, apuntó a la fiera que continuaba mirando al otro hombre sin iniciar el enfrentamiento.
Por la mente de Adul pasaron mil cosas, no quería abandonar a su compañero de cacería, pero tampoco cegar una vez más la vida de su hermano.
Deseó convertirse en pájaro, alzar el vuelo para no tener que pasar por el mismo destino.
Abrió los brazos y se lanzó al vacío acompañando la cascada.
La tribu aún hoy prosigue con sus tradicionales cazas de león, pero ahora la misma se ha tornado mucho más dificultosa.
Cuentan los pocos que han logrado regresar, que ya no se ven a las bestias solitariamente por la enmarañada selva, desde aquel día andan caminando los verdes suelos de a dos, cuidándose el uno al otro.
De a dos... Como dos hermanos.


Pablo Fagúndez.

1 comentario:

  1. Que lindo cuento! Su autor, Pablo lo reviste de una importante carga histórica, impregnando un dejo de leyenda...Los hermanos siempre van juntos por la vida no importa donde se encuentren, eso pudieron ver los ojos del autor que con mucha sutileza lo expresó en el relato.

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